Tenía 14 años cuando me puse mis primeros zapatos con tacones, creo que del tacón número cinco, en color rosa pastel y eran el complemento ideal cuando fui dama en la boda de una tía. En ese momento decidí que cuando fuera mayor usaría tacones por el resto de la vida, cosa que tras 20 años de ese suceso pude corroborar que no se dio así.
Mi mejor época de usar tacones fue cuando tras salir de la universidad sentí que el mundo estaba esperándome en lo profesional y que el requisito básico de la vestimenta post graduada eran unos maravillosos tacones negros, así tan lindos que donde fuera a pedir trabajo sintieran que la contratación era correcta y que no tenían que dejarme ir, y es que claro, recién titulada, en mis veintes y con unos zapatos hermosos que me hicieran tocar el cielo cual jirafa, hacían que mi experiencia laboral de años atrás luciera mas brillante que nunca.
Fue entonces que la música de mis tacones se escuchó en el andar del piso de la oficina, tip, tap, tip, tap… Ese primer empleo en una periódico de mi localidad me permitió hacerme de una colección ridícula de zapatos de tacón: unas zapatillas negras de pulsera, unas cuñas altas y frescas, unos mules con una imitación de piel de víbora, unos peep toes negros como la noche, unos stilettos de charol rojo, no podían faltar unos zuecos, los botines imperdibles para las épocas de frío… y así una lista de papos que recuerdo con añoranza.
La talla de todos ellos era 3.5 en México, un pie flaco y delgado que no me daba problemas y que me hacían correr sin problemas cual joven gacela.
De sexy en tacones a mamá con flats
Las zapatillas hicieron magia, mis popotitos aparte de trabajo me trajeron algunos romances hasta que al final me dejaron un novio del cual me enamoré y con el que me he quedado por más de 10 años.
Ese novio que babeaba viendo mis tacones cuadrados en mallas opacas negras y una faldita me dio dos hijos, los embarazos de esos hijos hicieron que me creciera el pie medio número, que mis tacones coleccionados con anterioridad me dejaran de quedar y lucieran mas bien como un tamal mal amarrado, así que no quedó de otra que decirles “hasta la vista baby” y comenzar a comprar nuevos estilos post mamá: bienvenidos los flats, adiós stilettos sexys que buscan divertirse.
Aún conservo algunos, tengo la esperanza que los tacones me extrañen y un día que quizá recupere mi peso original con el que nos enamoramos puedan calzarme cual Cenicienta.
Mientras eso sucede los tacones del número cinco en talla cuatro se han convertido en mis mejores amigos, todo sea mientras ando con mis pequeños de arriba a abajo a paso seguro y buscar el momento adecuado de usar un nuevo estilo en tacón 10 que no sea una fiesta infantil que se han vuelto el top de mis eventos sociales desde hace unos años, ¡así que las fiestas adultas son gratamente bien recibidas!
Post escrito por Any Fuchok y publicado originalmente en Charla de Mamás
Foto Vía
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