Escribir este post se me hace un poco difícil, y también confieso que se me hace un nudo en la garganta al poner en mis pensamientos las caritas de mis hijos cuando eran más pequeños que ahora, recordar sus sonrisas, su ropita, sus juegos, sus películas favoritas, sus palabras mal dichas, en fin, la lista es larga.
Hace unos días tuve la visita de mi mejor amiga en casa con su nuevo bebé, lo conocí a los pocos días de nacido y el pequeño que vi en la sala de mi casa dista mucho del chiquitito que vi dormir en brazos de su mamá,
¡Es increíble lo rápido que cambian los niños el primer año de vida!
Le dije a mi amiga que le tomara muchas fotos, porque el mes que viene también será otro niñito, el cual crecerá maravillosamente, pero que ya no regresará a ser como esa imagen que queda en nuestra memoria.
Será que soy muy nostálgica, me encanta vivir cada etapa de mis hijos, olerlos, abrazarlos, sentir que en mis brazos se quedaran sin escapar. Es muy difícil imaginar que un día tomarán su propio camino y que hoy los estoy preparando para ello, aunque el alma se me vaya un poco también.
Recuerdo cuando mi pequeño cambiaba la forma de nombrar las cosas por su corta edad, que aunque eran palabras mal dichas las decía y se daba entender, causando gracia a su papá y a mí. También me da nostalgia el pensar en mi niña en clases de ballet, jugando a las muñecas y a la maestra del kínder.
A mis hijos les tomo muchas fotos, porque tengo tan mala memoria que solo ellas me ayudan a recordar los detalles del momento exacto, a veces se cansan de la mamá fotógrafa y paro. Pero también les explico lo lindo que es poder disfrutar de esas impresiones y entonces posan con una sonrisa, la cual disfruto capturar y extraño al no tenerlos en casa.
La más grande recompensa para mi corazón es recibir sus abrazos y sus miradas, escuchar decirme “mami eres la mejor mamá del mundo, aunque todos mis compañeros le dicen eso a sus mamás yo sé que tú eres la mejor”.
Ahora les confieso que lloro… ¿y es que como no? Ser mamá es lo más bonito que me ha pasado en la vida, tener unos hijos tan amorosos es una gran bendición. Aunque el mayor llegue a los 40 años y sea médico o astronauta, y la menor sea la presidenta de nuestro país, siempre serán para mí los bebés que me regalaron sus primeras sonrisas, esas que solo se llevan en el corazón.
Foto vía
Post escrito por Any Fuchok y publicado originalmente en Disney Babble Latinoamérica.
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