Dime que esto pasa en tu casa también, llegamos al mes de septiembre, un día acudes a una plaza comercial y sorpresa: arbolitos de navidad, luces, esferas, guías, coronas y todo lo que necesites para adornar tu casa en el mes de diciembre, ya está exhibido en los estantes de las tiendas. Pensamos ¿cómo es eso posible?, recordamos que en nuestra niñez, las tiendas se comportaban decentemente y era a mitad de Noviembre cuando los adornos comenzaban a exhibirse. Pero ahora, gracias a los comerciantes, desde septiembre los niños comienzan la cantaleta de ¿mami ya vamos a poner el arbolito?, lo escuchas por las siguientes ocho semanas, para finales de noviembre te encuentras frita de tanta insistencia pre navideña.
Es así que decides usar tu viejo árbol artificial, les dices a tus hijos que van a recibir el mes de diciembre con la alegría navideña en casa, pero no haces más que pensar en realidad en el trabajo que conlleva y que sabes cómo acabará esa colocación de adornos navideños. Cuando estás lista mentalmente le dices a tu familia que el próximo sábado bajarán los adornos y el arbolito frondoso que espera lo llenen de adornos como todos los años.
¡Y el día llegó!
Los niños se levantan temprano, aún con la pijama puesta te arrastran de la cama mientras pides un poco más de sueño sabatino, sabes que no puedes porque ya eres mamá, así que te tomas tu café por para agarrar energía. ¿Y papá? el sigue durmiendo, sabe que si hay alguien que cuide a los niños muy temprano aunque tenga cuatro horas de sueño esa eres tú, la súper mamá.
Ya con la cafeína corriendo en las venas pones música que te inspire: “Santa Claus llegó a la ciudad”, “Blanca Navidad”, “Arre borriquito” y demás temas pegajosos alistan una mañana divertida junto a tus hijos para poner por fin el árbol de Navidad como prometiste, nada de posponer la operación “Navidad llegó a mi casa ya”.
A los niños los ves felices, piensas “vale la pena con tal de ver sus sonrisas”. De las cajas de las cosas de Navidad van sacando las esferas, los adornos, las cintas, la estrella, los muñecos de peluche, la corona y el calendario de adviento. Sorprendiéndose de todo como si fuera nuevo, como si no lo hubieran visto, y así siguen sacando y sacando cosas, dejándolas por todos lados mientras corren y cantan.
Mientras tú, vas levantando el árbol rama por rama que tienes que abrir para que se extienda, mientras recibes un rasguño en los brazos cada que los colocas, y así todos los tramos que vas poniendo en el tubo que hace de tronco, así es, te llevas casi una hora. Cuando por fin acabas, te preguntas:
¿A dónde se fueron tus ayudantes traviesos?
¿No que muchas ganas de poner el árbol y los adornos? Los buscas y que los encuentras, allí están sentados viendo una película navideña. Se repite la historia año con año desde que eres mamá, te das cuenta que ya te quedaste sola poniendo el pino de los regalos y que otra vez dices lo mismo “ya me cansé de ponerlo sola”.
¿Pero sabes qué? así será mientras los peques crezcan y que el día que ya no se sienten a disfrutar de la película y te ayuden de principio a fin significan que habrán crecido un poco más.
Será en ese momento en el que dejen de ser los pequeños de la casa y se conviertan en niños grandes y pensarás con nostalgia: “me acuerdo cuando me ayudaban a sacar todos los adornos para decorar la casa y luego se iban a disfrutar con esa película, mientras a mí me tocaba recoger todo lo que habían dejado tirado por todos lados… ¡que bonitos momentos ojalá no hubieran pasado tan rápido!”.
Seamos felices entonces de que no ayuden mucho todavía, porque eso significará que aún son los pequeños ansiosos que imaginan que adornar la casa con Navidad se hace con magia: la magia de mamá.
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