Cuando era niña y vi por primera vez los tacones de mi mamá supe lo que era estar enamorada. ¿Qué fascinación provoca en nosotras las mujeres ese par de perfectos zapatos que si bien nos hacen lucir como diosas también nos sacan ampollas? No lo sé, pero ni así dejamos de usarlos.
Hace unos días estaba en calidad de bulto. Tuve puestos unos botines que tienen solo ocho centímetros en el tacón, anduve entaconada de 8 am a 11 pm en diversos eventos y creo que ya no doy ese trote. En mis tiempos cuando no era mamá, usar zapatillas y hacer un maratón era cosa de todos los días, hoy decidí volver a guardarlos en lo más profundo de mi closet. #LibreSoy.
¿En qué momento pase de zapatillas de 10 cm a tenis, sandalias y flats?
Cuando trabajaba en oficina no había nada que me hiciera quitarme las bellas pero mortales máquinas de tormento humano, como dice la canción “Antes muerta que sencilla”. Fue así como logré acumular un grosero número de pares solo para mi uso y disfrute, y como no, si solo aguantaban los pocos kilos de una mujer que no se imaginaba que sería mamá.
“Tac, tac, tac”, así se escucha el ruido de los tacones por el piso en la oficina, ni idea que estamos dando paso a callos por la presión de la punta; juanetes (martillos) debido a que se fuerzan los dedos y problemas en la columna vertebral por la inclinación del cuerpo hacia adelante. Son los riesgos a la salud más importantes por uso de estos bellos instrumentos de placer femenino, llamados sutilmente zapatillas, tacos altos, tacón de aguja, stiletto o pumps, de cualquier forma la palabra la decimos con amor y suavecito.
Y un día, cuando me convertí en mamá y tuve que cargar a mi pequeño bebé, abrí el closet y pensé “¿qué rayos voy a hacer con tantas zapatillas?”, en ese momento las sandalias que utilizaba al final del embarazo, por eso de los deditos gordos, se convirtieron en mis mejores amigas, y así poco a poco, fui cambiando mi estilo para dar paso a flats, tenis, sandalias de diario y de vestir.
Mis zapatillas se fueron empolvado y quedando en el olvido, no sé quiénes estarían más tristes, ellas o yo, y para que tuvieran un mejor uso y no se quedaran sin lucir cual hermosas que eran, las fui regalando par por par, hasta que me quedé con las consentidas que uso para ocasiones espaciales. Hoy abro mi closet y veo muchas sandalias de piso, flats, tenis, tacones medianos y muy pocos tacones altos, en ese orden.
Y no lo digo de manera triste, sólo que el recuerdo de mis días en zapatillas en la oficina lo cambié por un recuerdo diario de caminar de la mano con mis hijos y verlos más cerca a los ojos. Amo las zapatillas, y aunque ya no somos las mejores amigas cuando nos encontramos me hacen sentir feliz, sexy y femenina… aunque luego me pasen la factura.
Foto: Flickr/Sharon Durthaler
Post escrito por Any Fuchok y publicado originalmente en Disney Babble Latinoamérica.
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