Ser mamá de una niña pintó mi vida de rosa

Hace unos cuatro años, por esta fecha, ya estaba desesperada. Mi hija Carolina había pasado la semana 40 y no había forma de que quisiera nacer. Me decían: “no tiene prisa”, “ten calma”, “llegará cuando quiera llegar”, y más frases de este tipo que si bien querían tranquilizarme, pero no había forma. Yo estaba desesperada por conocer a mi bebita de alta demanda tras nueve meses de espera, ¿cómo es que ella no quería salir a conocer a su madre?

Con muchos kilos encima, una paciencia en tiempos extras y un hijo mayor que no entendía mi cansancio, lo único que le pedía a Dios era que Carito llegara pronto y bien. Ese momento llegó el 9 de febrero del 2010 a la media noche. Con tres kilos y 800 gramos mi niña saludó al mundo tras un trabajo de parto natural. Hoy no saben cuánto disfruto de ella, mi hija era lo que me faltaba.

Reconocer en palabras el amor por una hija es una tarea difícil. Solo de pensarlo me emociona y se las lágrimas se apuntan para salir. Ser mamá de una niña es una bendición. Si bien es cierto y tengo comprobado que “las niñas son de papá”, lo que también es cierto es que tu hija se vuelve tu mejor amiga para siempre: no hay vuelta de hoja.

En cada gesto, palabra o reacción va una parte de ti que no se puede negar. Comprar sus primeros vestidos y ropa en tonos rosas es un recuerdo muy emocionante, puesto que estaba a punto de vestir a mi muñeca de verdad, algo que había deseado desde mi infancia.

¿Tienes una hija? Por un momento llévala a tus pensamientos. ¿Qué ves? Su carita sonriendo, sus ojitos traviesos, sus bailes frente a la televisión, el momento que te abraza y dice que eres la mejor mamá del mundo… ¡tantas cosas! No digo que el ser mamá de un niño no sea especial.

De hecho, cuando pensaba en ser mamá siempre tuve la idea de que el primero sería niño y el segundo bebé “lo que Dios quisiera”. Claro, si era niña ¡mucho mejor! Hoy gozo de criar a un par de niños traviesos que se aman con locura y que transmiten su amor de todas las maneras posibles.

Mucha la diferencia de crianza

Tras criar a un varón durante tres años de mi vida inexperta como mamá, llegó al mundo una pequeña dama y de verdad que le dio un giro a nuestro rumbo. En esta casa hay disfraces de princesa, zapatitos con chispas, muñecas como aparador de juguetería y una serie diaria de sonrisas y abrazos cálidos de una nena que disfruta darlos.

Moños rosas, diademas y brillito labial le dijeron “con permiso” a otras cosas guardadas en el clóset: las princesas requieren su propio espacio ¡que si no lo he comprobado! Coincido con muchas otras mamás, que con una niña gastas mucho más que con un varón, ¡es un universo de cosas lo que hay para ellas!

Tengo muy clara la frase de mi amiga Lorena Cañizales que me decía: “¡Hay que gastar en ellas Anita, es que es la heeembra!”. Ella lo decía porque es mamá de dos varones y una niña, y me contaba una ocasión que con su hijita hacía más gasto que con sus niños. ¡Qué cosas!

A unos días de festejar el cuarto cumple de mi niña de alta demanda solo puedo decirle a la vida una cosa: “¡Gracias por ella!”.

Foto: Any Fuchok

Post escrito por Any Fuchok y publicado originalmente en Disney Babble Latinoamérica.

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