Cuando somos niños nuestros padres nos dejan que nos ocurran algunas situaciones para que vayamos obteniendo experiencia de vida. Me refiero a cosas que nos sirven de aprendizaje a todas las generaciones. Así como, las famosas frases de “no te acerques a la estufa porque está caliente”, “no metas el lápiz al contacto eléctrico porque te puedes electrocutar” y cuestiones donde nuestra integridad física esté primero.
Pero me pregunto si con la última frase del contacto eléctrico lo aprendí, creo que no, porque tengo un recuerdo muy claro de insertar un lápiz y recibir un toque de mediana intensidad, el cual me dejó pasmada y así entendí que no debía hacerlo nunca más.
Recuerdos como este me enseñaron que era lo correcto y así se los transmito a mis hijos, porque no deseo que pasen por lo mismo. Pero mi duda es “hasta donde” ellos van a entender el significado de “electrocutarse”, si es que no lo experimentan.
Mi suegra nos contaba que cuando ella era una mamá joven, les decía a mi esposo y a mi cuñado “no se acerquen a la estufa porque se pueden quemar”. De igual forma siempre estaban rondando por ahí, entonces ella decidió aproximarlos a la estufa, prender la hornilla y acercarlos rápidamente para que sintieran el calor del fuego. Fue una acción rápida y contundente, que les dejó claro a esos dos niños lo doloroso que era acercarse al fuego.
Hoy con dos niños pequeños en casa me pregunto ¿Fue una buena medida lo que ella realizó hace más de 30 años? Me siento un poco ambigua a mi respuesta, por un lado “si” porque ellos aprendieron lo que significa quemarse con fuego, por otro lado “no” porque de cualquier forma fue un proceso rudo de aprendizaje.
¿Qué otras cosas les enseñamos a nuestros hijos basados en nuestra experiencia?
Por ejemplo a nadar con flotadores para evitar la posibilidad de ahogarse, a masticar despacio la comida para una mejor digestión, a no soltar la mano de mamá o papá al cruzar la calle, todo lo que tenga que ver con su propia seguridad no está de más repetirlo constantemente a cualquier edad.
Esas experiencias que les transmitimos podemos reforzarlas con un “cuando yo era niña y tenía tantos años, me solté de la mano de mi mamá y crucé la calle corriendo cuando un coche venía cerca ¡estuvo a punto de atropellarme!”.
Al contar estas historias podemos dramatizarlas con gestos y movimientos de manos, acentuar los sentimientos personales y detalles de la historia. Así, los peques comprenderán con el relato el valor y la importancia de la experiencia que les estamos transmitiendo.
¿Qué experiencia personal es la que le has transmitido a tu hijo y cómo te ha funcionado en su crianza? ¡Cuéntanos!
Foto Via
Post escrito por Any Fuchok y publicado originalmente en Disney Babble Latinoamérica.
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