¿Qué sería de nuestras vidas sin los abuelos? Esos seres maravillosos que hizo Dios para consentirnos cuando éramos niñas, disfrutar de su cariño. Llenos de sonrisas, con una cabecita blanca y unos lentes que no podían perder porque no veían; y si esto sucedía la tarde se les complicaba. Las tardes de domingo cuando sabíamos que la visita a la casa de la abuela era parte de la rutina creada por nuestros padres, pero que cuando estábamos con allí se convertía en un momento maravilloso.
Veo fotos de mi abuela materna cuando joven, su piel blanca, sus ojos azules, su media sonrisa con un fondo de cansancio. Su pelo corto color rojo oscuro el cual por coquetería lo ha llevado así por años, ya sé de donde viene el gen, su pasión por la limpieza, el olor a jabón y a que el piso de su casa tenía que estar más limpio que el propio baño, que ya es mucho decir. Con sus 77 años, viuda, y siete hijos vive tranquila en su casa viendo pasar la vida y aún con fuerza para recibir nietos y bisnietos.
Mi abuela paterna también es de esas cabecitas blancas, muy de su casa, con ideas tradicionales sobre el matrimonio como “todos los hombres lo hacen”, “siempre debes estar maquilladita cuando llega tu marido” y cosas por el estilo. Soy su nieta mayor y eso me ha ganado un cariño extra en su corazón, como toda buena abuela recibe con brazos abiertos a hijos, nietos y bisnietos, feliz con sus 79 años capoteando enfermedades con una sonrisa cálida.
Así son las descripciones de mis abuelas, mujeres mexicanas nacidas en 1937 y 1935, aún fuertes y dando batalla a lo que se le presente, cocinando y dando consejos, creyentes en su fe y abnegadas madres y esposas.
¿Qué pasa con las abuelas de hoy?
Conozco a muchas abuelas jóvenes, modernas e independientes. Mujeres que crecieron en los años sesentas y setentas con otra educación e ideología, pero siempre enmarcadas en las tradiciones de las familias de la provincia mexicana. Una mezcla que hoy hace que las abuelas del siglo pasado difieran de las abuelas de hoy.
Mi mamá es una abuela joven, que se preocupa por su figura, se da gustos con la comida, trabaja de manera independiente, sale con sus amigas, disfruta de sus nietos, no interfiere en la vida matrimonial de sus hijos pero no por eso los abandona a su suerte. Igual que su madre cocina delicioso aunque ella lo dude. Habla golpeado, como si regañara, pero eso con sus hijos, porque con sus nietos el regaño se transforma en llamada de atención, porque jamás tratará a sus nietos como trataba a sus hijos, porque como dice ella “los nietos son para consentir, porque para educarlos ya lo hice con ustedes, ahora ese es tu trabajo”, ‘¡Toing!
Mi suegra es otra mujer sumamente independiente, lucha por lo que quiere, ama a sus hijos y respeta sus espacios, es sonriente y bailadora; una mujer que para nada me recuerda a las abuelitas del siglo pasado. Cambia de look tanto como quiere y le gusta comer sanamente.
¿Dónde están las abuelas del siglo pasado donde la abnegación y entrega estaban en primer plano? Creo que esa generación es la de nuestras abuelas, las mamás de nuestras madres, que si bien formaron grandes mujeres que nos educaron, poco a poco van dando paso a las abuelas modernas que saben usar un celular y que tienen un perfil de Facebook que manejan a la perfección para poder ver las fotos de sus nietos y presumirlas con orgullo.
¿Tu mamá es una abuela moderna?
Foto: Flickr/TheArches
Post escrito por Any Fuchok y publicado originalmente en Disney Babble Latinoamérica.
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