Mi papá fue la persona que me introdujo al mundo de los libros. Gracias a su insistencia en mi infancia pude adentrarme a conocer la magia que se esconde detrás de las letras; recuerdo su palabra persistente: “¡Lee!”, fue así como a mis cortos años me obsequió un pequeño ejemplar de “El Principito”, de Antoine de Saint-Exupéry, y se convirtió en mi primera lectura después de los libros de textos escolares.

Recuerdo que le avanzaba unas quince páginas, me cansaba, lo dejaba y lo retomaba dos días después… desde el principio. No se me ocurrió pedir apoyo en un control de lectura a mi papá o mi mamá, hasta que un día siendo apenas una pre-teen me puse las pilas y decidí acabar con el libro porque ya eran muchas veces las que lo reiniciaba.

Fue así que conocí a: El Aviador, El Planeta B 612, La Rosa, Los Volcanes… una maravilla de cuento corto que ahora recuerdo con mucho cariño en mi adultez, y mientras escribo este post estoy pensando en ir a la librería por un ejemplar para regalarle a mi hijo mayor próximo a cumplir siete años.

En casa amamos los libros

Por ese cariño a la lectura que decidimos que los niños deberían tener siempre ejemplares cercanos a ellos para que fueran parte de su vida y de su entorno, que pudieran estar a la mano en los momentos que necesitaran navegar por las letras y dibujos sin distinguir un autor, porque pienso que todas las lecturas son buenas, todas nos enseñan algo que perdura en nuestras vidas.

Los primeros ejemplares infantiles que hubo en casa fueron los de Baby Einstein, mi hijo mayor se dio gusto con todas las imágenes adecuadas a su edad, fueron fabulosas en sus primeros dos años, y por supuesto que también mi hija menor disfrutó de las diferentes enseñanzas de esos bellos libros que aún conservo, y que cuando los hojean platican orgullosos y con un nivel de inteligencia superada que es “para bebés pero que están bonitos”. Es un compendio excelente que recomiendo mucho a las mamás con hijos pequeños.

Ahora con mis chicos más grandes, el gusto por el conocimiento que otorga los libros crece. El mayor que ya lee perfecto, le gustan los cuentos de terror, los libros de actividades y los cuentos antes de dormir. Atrás quedaron las historias de su amigo Rayo McQueen que comprábamos y leíamos muchas veces en el día, desde los padres hasta las abuelas. Hoy las lecturas de mi hijo han cambiado, pero de lo que me siento más orgullosa es que adore entrar a una librería y disfrute el poder seleccionar que llevar a casa.

¡De mi hija menor aún disfruto de algo muy especial! Con apenas cuatro años ella cuenta las historias basada en los dibujos que presentan las páginas, un poco sacando recuerdos de su memoria y otro poco inventándole, ¡para mi es hermoso! Cuando quiere saber lo que realmente pasó entonces acude a su hermano para que le lea palabra por palabra y entonces sepa lo que le pasó a algunas de sus princesas favoritas en la historia.

Se que muchas veces por la carga diaria de trabajo no tenemos tiempo de leer como quisiéramos pero si de verdad te gusta no dejes de hacerlo, al menos un capítulo antes de dormir te llevará a viajes fascinantes, historias románticas, monstruos de ficción o comedias ligeras como ningún otro medio lo logra hacer.

¡No dejes que tus hijos se pierdan esta aventura de viajar entre libros! Ubícalos en sus mesas, en la parte baja de un librero, cerca de sus camas. El amor de a la lectura es una gran herencia que le puedes dejar a tu familia.

Foto: Flick/AnneCN

Post escrito por Any Fuchok y publicado originalmente en Disney Babble Latinoamérica.

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