El Papa Francisco comenzó hoy una serie de reflexiones sobre «la vida de la familia, su vida real, con sus tiempos y sus acontecimientos».
Hoy se refirió a tres palabras que «abren el camino para vivir bien en la familia, para vivir en paz. Son palabras simples, ¡pero no tan fáciles de poner en práctica! Encierran una gran fuerza; la fuerza de custodiar la casa, también a través de miles dificultades y pruebas; en cambio, su falta, poco a poco abre grietas que pueden hacerla incluso derrumbar».
Estas tres palabras son: permiso, gracias, perdón.
1- Permiso
«Cuando nos preocupamos por pedir gentilmente también aquello que quizás pensamos que podemos pretender, nosotros ponemos una verdadera protección para el espíritu de la convivencia matrimonial y familiar.
Entrar en la vida del otro, incluso cuando es parte de nuestra vida, necesita la delicadeza de una actitud no invasiva, que renueva la confianza y el respeto. La confianza no autoriza a dar todo por supuesto.
Y el amor, cuanto más íntimo y profundo es, tanto más exige el respeto de la libertad y la capacidad de esperar que el otro abra la puerta de su corazón.
Podemos recordar aquí la palabra de Jesús en el libro del Apocalipsis, que hemos escuchado: “Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos” (3,20).
¡También el Señor pide el permiso para entrar! No lo olvidemos. Antes de hacer una cosa en familia: “¿Permiso, puedo hacerlo?” “¿Te gusta que lo haga así?” Ese lenguaje verdaderamente educado, pero lleno de amor. Y esto hace tanto bien a las familias».
2- Gracias
En la sociedad actual, «la gentileza y la capacidad de agradecer son vistas como un signo de debilidad, e incluso provocan desconfianza. Esta tendencia debe ser contrastada en el seno mismo de la familia.
Debemos ser firmes en la educación a la gratitud, al reconocimiento: la dignidad de la persona y la justicia social pasan ambas por aquí. Si la vida familiar descuida este estilo, también la vida social lo perderá.
La gratitud, luego, para un creyente, está en el corazón mismo de la fe: un cristiano que no sabe agradecer es uno que ha olvidado la lengua de Dios. ¡Es feo esto, eh! Recordemos la pregunta de Jesús, cuando curó a diez leprosos y sólo uno de ellos volvió para darle las gracias (cfr. Lc 17/18).
Una vez escuché sobre una persona anciana, muy sabia, muy buena, simple, con aquella sabiduría de la piedad, de la vida: «La gratitud es una planta que crece solamente en la tierra de las almas nobles». La nobleza del alma, la gracia de Dios en el alma nos empujan a decir: “Gracias”. Es la flor de un alma noble. Ésta es una bella cosa.
3- Perdón
«Palabra difícil, cierto, sin embargo tan necesaria. Cuando falta, pequeñas grietas se ensanchan – también sin quererlo – hasta transformarse en fosos profundos. Por eso, en la oración que Jesús nos enseñó, el “Padre Nuestro” -que resume todas las peticiones esenciales para nuestra vida-, encontramos esta expresión: “Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido” (Mt 6,12).
Reconocer que hemos cometido una falta y estar deseosos de restituir lo que se ha quitado – respeto, sinceridad, amor – nos hace dignos del perdón. Y así se detiene la infección.
Si no somos capaces de disculparnos, quiere decir que ni siquiera somos capaces de perdonar. En la casa donde no se pide perdón comienza a faltar el aire, las aguas se vuelven estancadas. Tantas heridas de los afectos, tantas laceraciones en las familias comienzan con la perdida de esta palabra preciosa: “discúlpame”.
En la vida matrimonial se pelea tantas veces… también ¡“vuelan los platos” eh! Pero les doy un consejo: nunca terminen la jornada sin hacer las paces.
Escuchen bien: ¿han peleado marido y mujer? ¿Hijos con padres? ¿Han peleado fuerte? Eso no está bien. Pero no es el problema: el problema es que este sentimiento permanezca aún al día siguiente. Por eso, si han peleado, nunca terminen la jornada sin hacer las paces en familia.
¿Y cómo debo hacer las paces? ¿Ponerme de rodillas? ¡No! Solamente un pequeño gesto, una cosita así. ¡Y la armonía familiar vuelve, eh! ¡Basta una caricia! Sin palabras. Pero nunca terminar la jornada en familia sin hacer las paces. ¿Entendido? ¡No es fácil, eh! Pero se debe hacer. Y con esto la vida será más bella».
Original de: Noticias del Vaticano en español, puedes verlo dando CLICK AQUI
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